Peter Miles, resucitado de entre los muertos por San Estanislao de Cracovia, prefirió regresar al Purgatorio antes que vivir de nuevo en la tierra. El célebre milagro de esta resurrección ocurrió en el año 1070 y se relata en el Acta Sanctorum del 7 de mayo.
San Estanislao, injustamente acusado, se dirige a Dios en busca de socorro.
San Estanislao fue obispo de Cracovia cuando el duque Boleslaw II gobernó Polonia (1058-1079). No descuidó recordarle sus deberes a este Príncipe, que escandalosamente los violó ante todo su pueblo.
Boleslaw estaba irritado por la santa amonestación del prelado. En venganza, incitó contra él a los herederos de un tal Peter Miles, que había muerto tres años antes, después de haber vendido un terreno a la Iglesia de Cracovia.
Los herederos acusaron al Santo de haber usurpado el terreno sin haber pagado al propietario. Estanislao declaró que había pagado por la tierra. Sin embargo, dado que los testigos que deberían haberlo defendido fueron sobornados o intimidados, fue denunciado como usurpador de esos bienes y condenado a restituirlo.
Entonces, al ver que no podía confiar en la justicia humana, San Estanislao elevó su corazón a Dios y recibió una inspiración repentina. Pidió un plazo de tres días en el tribunal, prometiendo hacer comparecer a Peter Miles en persona para que pudiera testificar sobre la compra legal y el pago de la propiedad.
Los días le fueron concedidos con desprecio. El Santo ayunó, contempló y oró a Dios para que se hiciera cargo de la defensa de su causa.
Al tercer día, después de haber celebrado la Santa Misa, salió acompañado de su clero y de muchos fieles al lugar donde había sido enterrado Peter Miles. Por orden suya, se abrió la tumba; no contenía nada más que huesos. Los tocó con su báculo, y en el nombre de Cristo, que es la Resurrección y la Vida, ordenó al muerto que se levantara.
De repente los huesos se reunieron, se cubrieron de carne y, a la vista de la gente estupefacta, se vio al muerto tomar al obispo de la mano y caminar hacia el tribunal. El duque Boleslaw, con su corte y una inmensa multitud de personas, esperaban el resultado con la más viva expectación.
“He aquí a Peter” —dijo el santo a Boleslaw—. Viene, príncipe, a dar testimonio ante usted. Interróguelo. Él le responderá.
Es imposible representar la estupefacción del duque, sus consejeros y de toda la concurrencia de personas.
Peter afirmó que le habían pagado por el terreno. Luego, volviéndose hacia sus herederos, les reprochó haber acusado al piadoso prelado contra todos los derechos de la justicia. Luego, los exhortó a hacer penitencia por un pecado tan grave.
Así fue como se frustró la iniquidad, que ya se creía segura de éxito.
Queriendo completar este gran milagro para la Gloria de Dios, Estanislao propuso al difunto que, si deseaba vivir unos años más, obtendría para él este favor de parte de Dios, para quien nada es imposible.
Peter respondió que no tenía ese deseo. Estaba en el Purgatorio, pero prefería regresar allí de inmediato y soportar sus dolores que exponerse a la condenación en esta vida terrestre. Sólo le suplicó al santo que suplicara a Dios que acortara el tiempo de sus sufrimientos, para que pudiera entrar antes en la morada de los bienaventurados.
Después de eso, acompañado por el obispo y una gran multitud, Peter regresó a la tumba, se acostó, su cuerpo se hizo pedazos y sus huesos volvieron al mismo estado en el que habían sido encontrados.
Tenemos razones para creer que el santo pronto obtuvo la liberación de su alma, de los sufrimientos del Purgatorio.
Lo más notable de este ejemplo es que el alma de un hombre del Purgatorio, después de haber experimentado los tormentos más atroces, prefiere ese estado de sufrimiento a la vida de este mundo. La razón que explica para tener esta preferencia es que en esta vida mortal estamos expuestos al peligro de perdernos e incurrir en la condenación eterna.
Años más tarde, San Estanislao excomulgó a Boleslaw y el Rey lo mató mientras celebraba la misa.
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Fuentes: https://traditioninaction.org
