Léeme o laméntalo (libro sobre el Purgatorio) + audiolibro

Léeme o laméntalo
Léeme o laméntalo

Léeme o laméntalo es un libro aprobado por el Cardenal de Lisboa que nos enseña qué es el Purgatorio, cómo podemos ayudar a las almas y los favores que ellas hacen, entre otras cosas.

Al final de esta página se encuentra disponible el audiolibro.

Contenidos:

Aprobación de Su Eminencia el Cardenal de Lisboa

Palacio Cardenalicio, Lisboa, 4 de marzo de 1936

Aprobamos y recomendamos con todo el corazón este librito “Lée|me o Laméntalo”, por EDM (Engant de Marie, iniciales con las que se identifica el Padre O’Sullivan).

Aunque pequeño, está destinado a hacer grandes cosas entre los católicos, muchos de los cuales están increíblemente ignorantes acerca de la gran doctrina del Purgatorio. Como consecuencia, ellos hacen poco o nada para evitarlo para sí mismos y tampoco ayudan a las Almas Sufrientes que están en terribles tormentos, esperando por las Misas y las oraciones ofrecidas por ellos.

Es nuestro mas caro deseo que cada católico debería leer este librito y difundirlo por todas partes, tanto como le sea posible.

PREFACIO: “Léeme o laméntalo”

El título es algo alarmante. Aún, estimado lector, si tú escudriñas este pequeño libro, verás por ti mismo cuán merecido es. El libro nos cuenta cómo salvarnos a nosotros mismos y a otros de un sufrimiento inenarrable. Algunos libros son buenos y algunos otros pueden ser de provecho. Otros son mejores y deben ser leídos sin falta.

Hay, sin embargo, libros de tan excelente mérito por razón de sus consejos, la convicción que acarrean y la acción urgente a la que nos impulsa, que sería cabalmente alocado no leerlos.

“Léeme o laméntalo” pertenece a esa clase de libros. Es por tu mayor interés, estimado amigo, que lo leas y releas, para ponderarlo bien y profundamente en sus contenidos. Nunca te arrepentirás de ello, por el contrario, grande y amargo será tu arrepentimiento si tu fallas en estudiarlo en sus sustanciosas páginas.

¡AUXILIO, AUXILIO, SUFRIMOS MUCHO!

I: Nunca llegaremos a comprender lo suficientemente claro que una limosna, pequeña o grande, dada en favor de las almas sufrientes, se la damos directamente a Dios. El acepta y recuerda como si se la hubieran dado directamente a Él mismo. Así, todo lo que hagamos por ellas, Dios lo acepta hecho para El. Es como si lo aliviáramos o liberáramos a Él mismo del Purgatorio. En qué manera nos pagará!

II. No hay mayor famelia, sed, pobreza, necesidad, pena, dolor, sufrimiento que se compare a los de las Almas del Purgatorio, por lo tanto no hay limosnas más merecidas, ni más placenteras a Dios, ni mérito mas alto para nosotros, que rezar, pedir celebraciones de Misas, y dar limosnas en favor de las pobres Santas Almas.

III. Es muy posible que algunos de nuestros más cercanos y queridos parientes estén todavía sufriendo las purificantes penas del Purgatorio y llamándonos entre lastimosos gemidos para que los ayudemos y aliviemos.

IV. ¿¿No es terrible que seamos tan duros que no podamos pensar en ellos, ni tampoco podemos ser tan crueles que deliberadamente los olvidemos??!!! Por el amor de Cristo, hagamos todo, pero todo, lo que podamos por ellas. Cada católico debería unirse a la Asociación de las Animas Benditas.

Purgatorio:

“Tengan piedad de mí, tengan piedad de mí, por lo menos ustedes mis amigos, porque la mano del Señor me ha tocado” (Job 19:21). Esta es la conmovedora súplica que la Iglesia Purgante envía a sus amigos en la tierra.

Tierra, comiencen, imploren su ayuda, en respuesta a la angustia mas profunda. Muchos dependen de sus oraciones.

Es incomprensible como algunos católicos, aún aquellos que de una u otra forma son devotos, vergonzosamente desatienden a las almas del Purgatorio.

Parecería que no creen en el Purgatorio. Ciertamente es que sus ideas acerca de ello son muy difusas.

Días y semanas y meses pasan sin que ellos reciban una Misa dicha por ellos!

Raramente también, oyen Misa por ellos, raramente rezan por ellos, raramente piensan en ellos! Entretanto están gozando la plenitud de la salud y la felicidad, ocupados en sus trabajos; divirténdose, mientras las pobres almas sufren inenarrables agonías en sus lechos de llamas. Cuál es la causa de esta horrible insensibilidad? Ignorancia: gruesa, inexplicable ignorancia.

La gente no se da cuenta de lo que es el Purgatorio. No conciben las espantosas penas, ni tienen idea de los largos años que las almas son retenidas en esas horribles llamas. Como resultado, hacen poco o nada para evitarse a sí mismos el Purgatorio, y aún peor, cruelmente ignoran a las pobres almas que ya están allí y que dependen enteramente de ellos para ser auxiliadas.

Estimado lector, lee detenidamente este pequeño libro con cuidado y bendecirás el día que cayó en tus manos.

CAPÍTULO 1: ¿Qué es el purgatorio?

Es una prisión de fuego en la cual casi todas las almas salvadas son sumergidas después de la muerte y en la cual sufren las mas intensas penas.

Aquí está lo que los más grandes doctores de la iglesia nos dicen acerca del Purgatorio.

Tan lastimoso es el sufrimiento de ellas, que un minuto de ese horrible fuego parece ser un siglo.

Santo Tomás de Aquino, el príncipe de los teólogos, dice que el fuego del Purgatorio es igual en intensidad al fuego del infierno, y que el mínimo contacto con él es mas aterrador que todos los sufrimientos posibles de esta tierra!

San Agustín, el más grande de todos los santos doctores, enseña que para ser purificadas de sus faltas previamente a ser aceptada en el Cielo, las almas después de muertas son sujetas a un fuego más penetrante y más terrible del que nadie pueda ver, sentir o concebir en esta vida.

Aunque este fuego está destinado a limpiar y purificar al alma, dice el Santo Doctor, aún es más agudo que cualquier cosa que podamos resistir en la Tierra.

San Cirilo de Alejandría no duda en decir que “sería preferible sufrir todos los posibles tormentos en la Tierra hasta el día final que pasar un solo día en el Purgatorio”.

Otro gran Santo dice: Nuestro fuego, en comparación con el fuego del Purgatorio, es una brisa fresca”.

Otros santos escritores hablan en idénticos términos de ese horrible fuego.

¿Cómo es que las penas del Purgatorio son tan severas?

El fuego que vemos en la Tierra fue hecho por la bondad de Dios para nuestra comodidad y nuestro bienestar. A veces es usado como tormento, y es lo más terrible que podemos imaginar.

El fuego del Purgatorio, por el contrario, está hecho por la Justicia de Dios para penar y purificarnos y es, por consiguiente, incomparablemente más severo.

Nuestro fuego, como máximo, arde hasta consumir nuestro cuerpo; hecho de materia, por el contrario el fuego del Purgatorio actúa sobre el alma espiritual, la cual es inexplicablemente más sensible a la pena.

Cuanto más intenso es el fuego, más rápidamente destruye a su víctima; la cual por consiguiente cesa de sufrir; por cuanto el fuego del Purgatorio inflinge el más agudo y la más violenta pena, pero nunca mata al alma ni le quita sensibilidad.

Tan severo como es el fuego del Purgatorio, es la pena de la separación de Dios, la cual el alma también sufre en el Purgatorio, y esta es la pena más severa. El alma separada del cuerpo anhela con toda la intensidad de su naturaleza espiritual estar con Dios. Es consumida de intenso deseo de volar hacia Él. Aun es retenida, y no hay palabras para describir la angustia de esa aspiración insatisfecha.

Qué locura, entonces, es para un ser inteligente como el ser humano negar cualquier precaución para evitar tal espantoso hecho.



Es infantil decir que no puede ser así, que no lo podemos entender, que es mejor no pensar o no hablar de ello. El hecho es que, ya sea lo creamos o no, todas las penas del Purgatorio están más allá de lo que podamos imaginar o concebir. Estas son las palabras de San Agustín.

CAPÍTULO 2: ¿Puede todo esto ser verdad?

La existencia del Purgatorio es tan cierta que ningún católico ha tenido nunca una duda acerca de ello. Fue enseñado desde los tiempos más remotos por la Iglesia y fue aceptada con indubitable fe cuando la Palabra de Dios fue predicada. La doctrina es revelada en la Sagrada Escritura y creída por millones y millones de creyentes de todos los tiempos.

Aún, tal como lo hemos remarcado, las ideas de algunos son tan vagas y superficiales en este tema tan importante, que son como personas que cierran sus ojos y caminan deliberadamente en el filo de un precipicio.

Harían bien en recordar que la mejor manera de acortar nuestra estadía en el Purgatorio – o aún más, evitarlo- es tener una clara idea de ello, y de pensar bien en ello y adoptar los remedios que Dios nos ofrece para evitarlo.

No pensar en ello es fatal. Es cavarse a sí mismos la fosa, y prepararse para ellos mismos un terrorífico, largo y riguroso Purgatorio.

El Príncipe Polaco:

Hubo un príncipe polaco, que por una razón política, fue exiliado de su país natal, y llegado a Francia, compró un hermoso castillo allí. Desafortunadamente, perdió la Fe de su infancia y estaba, a la sazón, ocupado en escribir un libro contra Dios y la existencia de la vida eterna.

Dando un paseo una noche en su jardín, se encontró con una mujer que lloraba amargamente. Le preguntó el porqué de su desconsuelo.

“¡Oh, príncipe”, replicó ella, “soy la esposa de Jean Marie, su mayordomo, el cual falleció hace dos días. El fue un buen marido y un devoto sirviente de Su Alteza. Su enfermedad fue larga y gasté todos los ahorros en médicos, y ahora no tengo dinero para ir a ofrecer Misas por su alma”.

El príncipe, tocado por el desconsuelo de esta mujer, le dijo algunas palabras, y aunque ya no creía en la vida eterna, le dio algunas monedas de oro para ofrecer un Misa por su difunto esposo.

Un tiempo después, también de noche, el Príncipe estaba en su estudio trabajando febrilmente en su libro.

Escuchó un ruido tocar a la puerta, y sin levantar la vista de sus escritos, invitó a quien fuese a entrar. La puerta se abrió y un hombre entró y se paró frente a su escritorio.

Al levantar la vista, cuál no sería la sorpresa del Príncipe al ver a Jean Marie, su mayordomo muerto, que lo miraba con una dulce sonrisa.

Príncipe, le dijo, “vengo a agradecerle por las Misas que, con su ayuda, mi mujer pudo encargar por mi alma. Gracias a la Salvadora Sangre de Cristo, ofrecida por mí, Voy ahora al Cielo, pero Dios me ha permitido venir aquí y agradecerle por su generosa limosna”.

Luego, agregó solemnemente “Príncipe, hay un Dios, una vida futura, un Cielo y un Infierno”. Dicho esto, desapareció.

El Príncipe cayó de rodillas y recitó un ferviente Credo (“Creo en Dios Padre Todopoderoso…”)

San Antonino y su amigo

La que sigue, es una narración de diferente clase, pero no menos instructiva.

San Antonino, el ilustre Arzobispo de Florencia, relata que había muerto un piadoso caballero amigo de él. Varias Misas fueron sufragadas por su alma.

El Santo se afligió mucho cuando, después de un prolongado lapso, el alma del fallecido se le apareció, sufriendo muchísimo.

“Oh mi querido amigo” exclamó el Arzobispo, ¿¿¿todavía estás en el Purgatorio, tú, que llevaste tal piadosa y devota vida???”

El pobre sufriente contestó: “Así es, y tendré que permanecer aquí por un largo tiempo, pues en mi vida en la tierra fui negligente en ofrecer sufragios por las almas de Purgatorio. Ahora, Dios por su justo juicio aplica los sufragios que debían ser aplicados por mí, en favor de aquellos por los cuales debí haber rezado”.

“Dios, en su justicia, me dará todos los méritos de mis buenas obras cuando entre al Cielo; pero antes, debo expiar mi grave negligencia por no haberme acordado de los otros”.

Tan ciertas son las palabras de Nuestro Señor “Con la vara con que mides serás medido”.

Recuerda, tú que lees estas líneas, el terrible destino de ese piadoso caballero será el de aquellos que desechan orar y rehúsan ayudar a las Santas Almas.



CAPÍTULO 3: ¿Cuánto tiempo permanecen las almas en el Purgatorio?

La extensión de tiempo que las almas permanecen en el Purgatorio depende de:

  1. El número de sus faltas;
  2. La malicia y la deliberación con que éstas fueron realizadas;
  3. La penitencia hecha, o no, la satisfacción hecha, o no, por los pecados cometidos durante la vida;
  4. Y también depende de los sufragios ofrecidos por ellos después de sus muertes.

Lo que se puede decir con seguridad es que, el tiempo que las almas pasan en el Purgatorio es, por regla general, mucho más largo de lo que la gente puede imaginar.

Extraeremos algunas citas de libros que hablan de la vida y las revelaciones de los Santos.

San Luis Bertrand: su padre era un ejemplar cristiano, como naturalmente se podía esperar, siendo el padre de tan gran Santo. En un tiempo deseó llegar a ser un Monje Cartujo, hasta que Dios le hizo ver que no era Su voluntad.

Cuando murió, luego de largos años de practicar cada virtud cristiana, su hijo conocedor de los rigores de la justicia Divina, ofreció algunas Misas y elevó las más fervientes súplicas por el alma del cual el amó tanto.

Una visión de su padre en el Purgatorio lo obligó a multiplicar centenares de veces sus sufragios. Agregó las más severas penas y largos ayunos a sus Misas y oraciones. Aún ocho años completos pasaron antes de obtener la liberación de su padre.

San Malaquías tenía una hermana en el Purgatorio, redobló sus esfuerzos, pero, a pesar de las Misas, oraciones y heroicas mortificaciones ofrecidas por el Santo, permaneció varios años allí.

Se cuenta que una santa monja en Pamplona, logró liberar del Purgatorio a varias Carmelitas que habían permanecido allí por el término de 30 a 40 años.

Monjas Carmelitas en el Purgatorio por 40, 50 o 60 años! ¿Cuál será el destino de aquellos que viven inmersos en las tentaciones del Mundo, con sus cientos de debilidades?

San Vicente Ferrer, después de la muerte de su hermana, oró con increíble fervor por su alma y ofreció varias Misas por su liberación. Ella se le apareció al Santo al finalizar su Purgatorio, y le contó que de no haber sido por su poderosa intercesión ante Dios, ella hubiera estado allí un tiempo interminable.

En la Orden Dominicana es regla general orar por los superiores en el aniversario de sus muertes. Algunos de estos han muerto varios siglos atrás, además, fueron hombres eminentes por su piedad y sabiduría, sin embargo, la Iglesia considera necesario y prudente rogar por ellos.

No queremos significar con esto que todas las almas están retenidas por tiempos iguales en los fuegos expiatorios. Algunas han cometido faltas leves y han hecho penitencia en vida. Por lo tanto, su castigo será mucho menos severo.

Las citas puestas aquí son muy oportunas para hacernos reflexionar: si esas almas, que gozaron del trato, vieron, siguieron, y tuvieron la intercesión de grandes santos, fueron retenidas largo tiempo en el Purgatorio, qué será de nosotros que no gozamos ninguno de esos privilegios?

¿Por qué una expiación tan prolongada?

Las razones no son difíciles de entender.

1. La malicia del pecado es muy grande. Lo que a nosotros nos parece una pequeña falta en realidad es una seria ofensa contra la infinita bondad de Dios.

Es suficiente ver cómo los Santos se arrepintieron de sus faltas.

Nuestra tendencia es ser débiles, es verdad, pero Dios nos ofrece generosamente abundantes gracias para fortalecernos; nos da la luz para ver la gravedad de nuestras faltas, y la fuerza necesaria para no caer en la tentación.

Si aún así, caemos, la falta es toda nuestra. No usamos la luz y la fortaleza que Dios nos ofrece generosamente; no rezamos, no recibimos los Sacramentos como deberíamos.

2. Un eminente teólogo remarca que si hay almas que son condenadas al Infierno por toda la eternidad por el pecado mortal, no debemos asombrarnos porque otras almas deban ser retenidas durante largo tiempo en el Purgatorio.

Hay quienes han cometido deliberadamente incontables pecados veniales, algunos de los cuales son tan graves, que en el momento de cometerlos el pecador escasamente distingue si son mortales o veniales. También, ellos pueden haber cometido algunos pecados mortales por los cuales tuvieron poco arrepentimiento e hicieron poca o ninguna penitencia. La culpa ha sido remitida por la absolución, pero la pena debida por los pecados tendrá que ser pagada en el Purgatorio.

Nuestro Señor nos enseña que deberemos rendir cuentas por cada palabra que decimos y que no dejaremos la prisión hasta que no hayamos pagado hasta el último céntimo. (Mt 5, 26).

Los Santos cometieron pocos y leves pecados, y aún así, se arrepienten y hacen severas mortificaciones. Nosotros cometemos muchos y gravísimos pecados, y nos arrepentimos poco y hacemos poca o ninguna penitencia.

Pecados veniales:

Sería difícil calcular el inmenso número de pecados veniales que cometemos.

1) Hay un infinito numero de faltas en el amor, egoísmo, pensamientos, palabras, actos de sensualidad, también en cientos de variantes; faltas de caridad en el pensamiento, palabra, obra, y omisión. Holgazanería, vanidad, celos, tibieza y otras innumerables faltas.

2) Hay pecados por omisión que no pagamos. Amamos tan poco a Dios, y Él clama cientos de veces por nuestro amor. Lo tratamos fríamente, indiferentemente y hasta con ingratitud.

Él murió por cada uno de nosotros. ¿Le hemos agradecido como se debe? Él permanece día y noche en el Santísimo Sacramento del Altar, esperando nuestras visitas, ansioso de ayudarnos. ¿Cuán a menudo vamos a Él? Él ansía venir a nosotros en la Santa Comunión, y lo rechazamos. Se ofrece a Sí Mismo por nosotros cada mañana en el Altar en la Misa y da océanos de gracias a aquellos que asisten al Santo Sacrificio. ¡Y algunos son tan holgazanes que no van! ¡Qué desperdicio de gracias!

3) Nuestros corazones son duros y están llenos de amor a sí mismos. Tenemos hogares felices, espléndida comida, vestido, y abundancia de todas las cosas.

Muchos de nuestros prójimos viven en el hambre y la miseria, y poco les damos, mientras que vivimos en el despilfarro y gastamos en nosotros mismos sin necesidad.

4) La vida nos fue dada para servir a Dios, para salvar nuestras almas.

¡Muchos cristianos, sin embargo, están satisfechos de rezar cinco minutos a la mañana y cinco a la noche!! El resto de las 24 horas están dedicados al trabajo, descanso y placer. ¡Diez minutos a Dios, a nuestras almas inmortales, al gran trabajo de nuestra salvación. Veintitrés horas y cincuenta minutos a esta transitoria vida! ¿Es justo para Dios?

Nuestros trabajos, nuestros descansos y sufrimientos deberían ser hechos para Dios!

Así debería ser, y nuestros méritos serían por supuesto grandes. La verdad es que hoy día pocos piensan en Dios durante el día. El gran objetivo de sus pensamientos son ellos mismos. Piensan, trabajan y descansan para satisfacerse a sí mismos. Dios ocupa un pequeñísimo espacio en sus días y sus mentes. Esto es un desaire a Su Amantísimo Corazón, el cual siempre piensa en nosotros.

Y ahora, los pecados mortales:

5) Desafortunadamente, muchos cristianos cometen, pecados mortales durante sus vidas, pero aunque los confiesan, como ya hemos dicho, no hacen satisfacción por ellos.



San Beda el venerable, opina que aquellos que pasan gran parte de su vida cometiendo graves pecados y confesándolos en su lecho de muerte, pueden llegar a ser retenidos en el Purgatorio hasta el Día del Juicio Final.

Santa Gertrudis en sus revelaciones dice que aquellos que cometen muchos pecados graves y que no hayan hecho penitencia no gozan de ningún sufragio de la Iglesia por un considerable tiempo.

Todos esos pecados, mortales o veniales, se acumulan por 20, 30, 40, 60 años de nuestras vidas. Todos y cada uno deberán ser expiados para después de la muerte.

Entonces, ¿es de asombrarse que algunas almas tengan que estar en el Purgatorio por tanto tiempo?

CAPITULO 4: ¿Por qué y para qué rezar por las ánimas benditas del Purgatorio?

El gran Mandamiento de Nuestro Señor Jesucristo es que nos amemos los unos a los otros, genuina y sinceramente.

El Primer Gran Mandamiento es amar a Dios sobre todas las cosas. El Segundo, o mejor dicho el corolario del primero, es amar al prójimo como a nosotros mismos. No es un consejo o un mero deseo del Todopoderoso. Es Su Gran Mandamiento, la base y esencia de Su Ley. Es tanta la verdad encerrada en esto que El toma como donación todo aquello que hacemos por nuestro prójimo, y como un rechazo hacia El cuando rechazamos a nuestro prójimo.

Leemos en el Evangelio de San Mateo ( Mt 25, 34-46), las palabras que Cristo dirigirá a cada uno en el Día del Juicio Final.

Algunos católicos parecen pensar que su Ley ha caído en desuso, pues en estos días existe el egoísmo, el amor a sí mismo, y nadie piensa en el prójimo, sino en el propio engrandecimiento.

“Es inútil observar la Ley de Dios en estos días”, dicen, “cada uno debe mirar por sí mismo, o te hundes”.

¡No hay tal cosa! La ley de Dios es grandiosa y por siempre tendrá fuerza de ley. Por eso, es necesaria mas que nunca, y es nuestro deber nuestro mayor interés cumplirla.

ESTAMOS MORALMENTE OBLIGADOS A ROGAR POR LAS ANIMAS BENDITAS.

Siempre estamos obligados a amar y ayudar al otro, pero cuanto mayor es la necesidad de nuestro prójimo, mayor y mas estricta es nuestra obligación. No es un favor que podemos o no hacer, es nuestro deber; debemos ayudarnos unos a otros.

Sería un monstruoso crimen, por ejemplo, rehusar al desposeído el alimento necesario para mantenerse vivo. Sería espantoso rehusar la ayuda a alguien en una gran necesidad, pasar de largo y no extender la mano para salvar a un hombre que se está hundiendo. No solamente debemos ayudar cuando es fácil y conveniente, sino que debemos hacer cualquier sacrificio para socorrer a nuestro hermano en dificultades.

Ahora bien, ¿quién puede estar más urgido de caridad que las almas del Purgatorio? ¿Qué hambre o sed o sufrimiento en esta Tierra puede compararse con sus más terribles sufrimientos? Ni el pobre, ni el enfermo, ni el sufriente que vemos a nuestro alrededor necesitan de tan urgente socorro. Aún encontramos gente de buen corazón que se interesa en los sufrientes de esta vida, pero, ¡escasamente encontramos a gente que trabaja por las Almas del Purgatorio!

Y ¿quién puede necesitarnos más? Entre ellos, además, pueden estar nuestras madres, nuestros padres, amigos y seres queridos.

Dios desea que la ayudemos

Ellas son los amigos más queridos. Dios desea ayudarlos; desea tenerlos cerca de Él en el Cielo. Ellas nunca más lo ofenderán, y están destinadas a estar con Él por toda la Eternidad. Es verdad, la Justicia de Dios demanda expiación por los pecados, pero por una asombrosa dispensación de Su Providencia, pone en nuestras manos la posibilidad de asistirles, nos da el poder de aliviarles y aún de liberarles. Nada le place más a Dios que les ayudemos. El está tan agradecido como si le ayudáramos a El.

Nuestra Señora quiere que los ayudemos

Nunca, nunca una madre de esta tierra amó tan tiernamente a sus hijos fallecidos, nunca nadie consuela como María busca consolar sus sufrientes hijos en el Purgatorio, y tenerlos con Ella en el Cielo. Le daremos gran regocijo cada vez que llevamos fuera del Purgatorio a un alma.

Las benditas ánimas del Purgatorio nos devuelven el mil por uno

Pero ¿qué podremos decir de los sentimientos de las Santas Almas? ¡Sería prácticamente imposible describir su ilimitada gratitud para con aquellos que las ayudan! Llenas de un inmenso deseo de pagar los favores hechos por ellas, ruegan por sus benefactores con un fervor tan grande, tan intenso, tan constante, que Dios no les puede negar nada. Santa Catalina de Bologna dice: “He recibido muchos y grandes favores de los Santos, pero mucho mas grandes de las Santas Almas (del Purgatorio)”.

Cuando finalmente son liberadas de sus penas y disfrutan de la beatitud del Cielo, lejos de olvidar a sus amigos de la tierra, su gratitud no conoce límites. Postradas frente al Trono de Dios, no cesan de orar por aquellos que los ayudaron. Por sus oraciones ellas protegen a sus amigos de los peligros y los protegen de los demonios que los asechan.

No cesan de orar hasta ver a sus benefactores seguros en el Cielo, y serán por siempre sus más queridos, sinceros y mejores amigos.

¡Si los católicos supieran cuán poderosos protectores se aseguran con sólo ayudar a las Animas benditas, no serían tan remisos de orar por ellos!

Las ánimas benditas del Purgatorio pueden acortar nuestro propio purgatorio

¡Otra gran gracia que obtenemos por orar por ellas es un corto y fácil Purgatorio, o su completa remisión!

San Juan Macías, sacerdote dominicano, tenía una maravillosa devoción a las Almas del Purgatorio. Por sus oraciones, consiguió (principalmente por la recitación del Santo Rosario) ¡¡¡la liberación de un millón cuatrocientas mil almas!!! En retribución, obtuvo para sí mismo las más abundantes y extraordinarias gracias. Esas almas vinieron a consolarlo en su lecho de muerte, y lo acompañaron hasta el Cielo.

Este hecho es tan cierto que fue insertado por la Iglesia en la bula que decretaba su beatificación.

El Cardenal Baronio recuerda un evento similar:

Fue llamado a asistir a un moribundo. De repente, un ejército de espíritus benditos aparecieron en el lecho de muerte, consolaron al moribundo, y disiparon a los demonios que gemían, en un desesperado intento por lograr su ruina. Cuando el cardenal les preguntó quiénes eran, le respondieron que eran ocho mil almas que este hombre había liberado del Purgatorio gracias a sus oraciones y buenas obras. Fueron enviadas por Dios, según explicaron, para llevarlo al Cielo sin pasar un solo momento en el Purgatorio.

Santa Gertrudis fue ferozmente tentada por el demonio cuando estaba por morir. El espíritu demoníaco nos reserva una peligrosa y sutil tentación para nuestros últimos minutos. Como no pudo encontrar un asalto lo suficientemente inteligente para esta Santa, pensó en molestar su beatífica paz sugiriéndole que iba a pasar larguísimo tiempo en el Purgatorio puesto que había desperdiciado sus propias indulgencias y sufragios en favor de otras almas. Pero Nuestro Señor, no contento con enviar Sus Ángeles y las miles de almas que ella había liberado, fue en Persona para alejar a Satanás y confortar a su querida Santa. El le dijo a Santa Gertrudis que a cambio de lo que ella había hecho por las ánimas benditas, la llevaría directo al Cielo y multiplicaría cientos de veces todos sus méritos.

El Beato Enrique Suso, de la Orden Dominicana, hizo un pacto con otro hermano de la Orden por el cual, cuando el primero de ellos muriera, el sobreviviente ofrecería dos Misas cada semana por su alma, y también otras oraciones.

Sucedió que su compañero murió primero, y el Beato Enrique comenzó inmediatamente a ofrecer las prometidas Misas. Continuó diciéndolas por un largo tiempo. Al final, suficientemente seguro que su santamente muerto amigo había alcanzado el Cielo, cesó de ofrecer las Misas.

Grande fue su arrepentimiento y consternación cuando el hermano muerto apareció frente a él sufriendo intensamente y reclamándole por no haber celebrado las Misas prometidas. El Beato Enrique replicó con gran arrepentimiento que no había continuado con las Misas, creyendo que su amigo seguramente estaría disfrutando de la Visión Beatífica pero agregó que siempre lo recordaba en sus oraciones. “Oh hermano Enrique, por favor dame las Misas, pues es la Preciosísima Sangre de Jesús lo que yo más necesito”, lloraba la sufriente alma. El Beato recomenzó a ofrecerlas, y con redoblado fervor, ofreció Misas y ruegos por su amigo hasta que recibió la absoluta certeza de su liberación. Luego fue su turno de recibir gracias y bendiciones de toda clase por parte de su querido hermano liberado, y muchas más veces que las que hubiera esperado.

CAPÍTULO 5: ¿Cómo podemos ayudar a las benditas ánimas del Purgatorio?

1. La primera medida es unirse a la Asociación de las Santas Almas. Las condiciones son simples.

  1. Tener tu nombre registrado en el Libro de la Asociación.
  2. Oír Misa una vez a la semana (basta con la Misa del domingo) por las Santas Almas.
  3. Rezar y promover la devoción a las Animas Benditas.
  4. Contribuir una vez al año con un donativo a la Asociación, lo cual permite a la Asociación tener Misas perpetuas cada mes.

(Si se desean Misas especiales por las Animas Benditas, es importante mencionar cuántas Misas se quieren).

2. La segunda medida para ayudar a las Animas Benditas, es pidiendo Misas ofrecidas por ellas. Esta es ciertamente la más eficaz de las medidas para liberarlas.

3. Aquellos que no puedan ofrecer Misas, deberían asistir a cuanta Misa fuera posible por su intención.

Un hombre joven que ganaba un salario muy modesto le contó al autor de este libro: “Mi esposa murió hace unos años, he ofrecido por ella 10 misas. No puedo ofrecer más, pero oí 1000 misas por su querida alma.

4. La recitación del Santo Rosario (con sus grandes indulgencias) y hacer el Vía Crucis (el cual es ricamente dador de indulgencias), son excelentes vías de ayuda a las almas.

San Juan Macías, como vimos, liberó del Purgatorio más de un millón de almas, principalmente recitando el Santo Rosario y ofreciendo sus indulgencias por ellas.

5. Otra fácil y eficaz forma de ayuda es la recitación constante de oraciones breves que contengan indulgencias (aplicando dichas indulgencias en favor de las almas del Purgatorio) Mucha gente tiene la costumbre de decir 500, ó 1000 veces cada día la pequeña jaculatoria “Sagrado Corazón de Jesús, en Vos confío”, o la sola palabra “Jesús”.

Estas son las mas consoladoras devociones; ellas traen océanos de gracias a quien las practican y dan inmenso alivio a las Santas Almas.

Aquellos que digan las jaculatorias 500, ó 1000 veces, ganan 300.000 días de indulgencias ¡¡¡(ochocientos veintiún años de indulgencias)!!! Qué multitud de almas podemos liberar!!! ¿Cuántas serán las almas liberadas al cabo de un mes, de un año, de cincuenta años? Y a los que no dicen las jaculatorias… ¡qué inmenso número de gracias y favores habrán perdido!

Es muy posible -aunque no fácil- decir esas jaculatorias 1000 veces al día.

Pero si no puedes decir 1000, por lo menos dilas 500, o 200 veces diarias.

6. Todavía otra poderosa oración es:

“Padre Eterno, te ofrezco la Preciosísima Sangre de Jesús, con todas las Misas dichas en el mundo en este día, por las Almas del Purgatorio”.

Nuestro Señor mostró a Santa Gertrudis un vasto número de almas dejando el Purgatorio (¡cerca de 1000 cada vez que la recitaba!) y yendo al Cielo como resultado de esta oración que la Santa acostumbraba decir frecuentemente durante el día.

7. El acto heroico: consiste en ofrecer a Dios en favor de las Almas del Purgatorio todos los trabajos de satisfacción que practicamos en nuestra vida y todos los sufragios que serán ofrecidos para nosotros después de nuestra muerte. Si Dios premia tan abundantemente la más insignificante limosna dada por un pobre hombre en Su nombre, qué inmensa recompensa dará Él a aquellos que ofrecen sus trabajos de satisfacción en vida y muerte por las Almas que Él ama tanto.

Este acto no evita que los sacerdotes ofrezcan Misas por las intenciones que ellos deseen, o que los laicos no recen por algunas personas u otras intenciones. Aconsejamos a todos realizar este acto.

Las limosnas ayudan a las santas almas

San Martín de Tours dio la mitad de su manto a un pobre mendigo, sólo para darse cuenta después que se lo había dado a Cristo. Nuestro Señor se le apareció al Santo y le agradeció.

El Beato Jordan de la Orden Dominica, nunca podía rehusar dar limosnas cuando se lo pedían en el nombre de Dios. Un día, se había olvidado su monedero y un pobre hombre imploraba una limosna por el amor de Dios. En vez de descartarlo, Jordan, por entonces un estudiante, le dio su más preciado cinturón.

Poco tiempo después, entró a una Iglesia y encontró su cinturón circundando la cintura de una imagen de Cristo Crucificado. También él, había dado sus limosnas a Cristo. Todos damos limosnas a Cristo.

Conclusión:

  • Dar todas las limosnas que podamos.
  • Pedir todas las Misas que estén en nuestro poder.
  • Escuchar todas las Misas, cuantas más, mejor.
  • Ofrecer todas nuestras penas y sufrimientos por la liberación de las Almas del Purgatorio.
  • Liberaremos incontable cantidad de Almas del Purgatorio, que nos pagarán 10000 veces mas.

CAPITULO 6: Lo que hacen las ánimas benditas por aquellos que las ayudan.

San Alfonso María Ligorio decía que, aunque las santas Almas no pueden ya lograr méritos para sí mismas, pueden obtener para nosotros grandes gracias.

No son, formalmente hablando, intercesores, como lo son los Santos, pero a través de la dulce Providencia de Dios, pueden obtener para nosotros asombrosos favores y librarnos de los demonios, enfermedades y peligros de toda clase.

Está más allá de toda duda, como ya hemos dicho, que nos devuelven miles de veces cada cosa que hagamos por ellos.

Los siguientes hechos, unos pocos de todos los que podríamos mencionar, son suficientes para mostrar cuán poderosas y generosas amigas son estas Almas.

Cómo una niña encontró a su madre:

En Francia, una pobre niña sirvienta llamada Jeanne Marie escuchó una vez un sermón sobre las Santas Almas, que dejó una impresión indeleble en su mente. Profundamente movida por el pensamiento del intenso e incesante sufrimiento que soportaban las pobres Almas, se horrorizaba al ver cuán cruelmente eran olvidadas y dejadas de lado por sus amigos de la Tierra.

Otra cosa que la impresionó profundamente es oír que hay muchas almas que están tan cerca de su liberación, que una sola Misa sería suficiente para ellas; pero que son retenidas largo tiempo, hasta años, sólo porque este último y necesario sufragio fue olvidado o negado.

Con una fe simple, Jeanne Marie resolvió que, costara lo que costara, ella ofrecería una Misa por las Pobres Almas cada mes, especialmente por las más cercanas al Cielo. Ella ahorraba un poquito, a veces con dificultad, pero nunca falló en su promesa.

En una ocasión fue a París con su patrona, y cayó enferma. viéndose obligada a ir al Hospital.

Desafortunadamente, la enfermedad resultó ser de largo tratamiento, y su patrona tuvo que regresar a casa, deseando que su mucama pronto se reuniera con ella. Cuando al final la pobre sirvienta pudo dejar el hospital, allí había dejado todos sus ahorros, de manera que sólo le quedaba en la mano un franco.

¿Qué hizo? ¿A dónde ir? De repente, un pensamiento cruzó su mente y se acordó que no había ofrecido ese mes una Misa en favor de las Pobres Almas.



¡Pero tenía sólo un franco! Apenas le alcanzaría para comer. Como confiaba en la ayuda de las Almas del Purgatorio, fue hasta una Iglesia y pidió hablar con un sacerdote, para que ofreciera una Misa en sufragio de las Almas del Purgatorio. El sacerdote aceptó, sin imaginarse que la modesta suma que la niña ofreció era el único dinero que ella poseía. Al terminar el Santo Sacrificio, nuestra heroína dejó la Iglesia. Una cierta tristeza nubló su rostro, y se sintió totalmente perpleja.

Un joven caballero, tocado por su evidente decepción, le preguntó si tenía algún problema y si podía ayudarla. Ella le contó su historia brevemente, y finalizó diciendo cuánto deseaba trabajar.

De alguna manera se sintió consolada por la forma en que el joven la escuchaba, y recobró la confianza.

“Será un placer ayudarte”, dijo, “conozco una dama que en este momento está buscando una sirvienta. Ven conmigo”. Y dicho esto le guió hasta una casa no muy lejos de allí y le pidió que ella tocara el timbre, asegurándole que encontraría trabajo.

En respuesta al toque de timbre, la dama de la casa abrió ella misma la puerta y preguntó a Jeanne Marie que quería. “Señora”, dijo ella, “Me dijeron que usted está buscando una mucama. No tengo trabajo y me agradaría tener el puesto”.

La dama estaba perpleja y replicó: “¿Quién pudo haberte dicho que necesitaba una mucama? Hace sólo un par de minutos que acabo de despedir a la que tenía, ¿acaso te has encontrado con ella?”

“No señora. La persona que me informó que usted necesitaba una mucama fue un joven caballero”.

“¡Imposible!, exclamó la señora, “Ningún joven, de hecho nadie, pudo haberse enterado de que necesitaba una mucama”.

“Pero señora”, dijo la niña, apuntando un cuadro en la pared, “ése es el hombre que me lo dijo”.

“¡No, mi niña, ese es mi único hijo, que ha muerto hace ya más de un año!

“Muerto o no” aseguró la niña, “él fue el que me trajo hasta aquí, y aún me guió hasta la puerta. Vea la cicatriz en la frente. Lo reconocería donde fuera”.

Luego, le contó toda la historia con su último franco, y de cómo ella obtenía Misas por las Santas Almas, especialmente por las más cercanas al Cielo.

Convencida al final de la veracidad de la historia de Jeanne Marie, la dama la recibió con los brazos abiertos. “Ven, pero no como mi sirvienta, sino como mi querida hija. Tu has enviado a mi queridísimo hijo al Cielo. No tengo duda que él fue el que te trajo a mí”.

Cómo un niño pobre llegó a obispo, a cardenal y a santo

San Pedro Damián perdió a su padre y madre apenas nació. Uno de sus hermanos lo adoptó, pero lo trataba con aspereza, forzándolo a trabajar muy duro y alimentándolo muy mal y con escasa ropa.

Un día encontró una moneda de plata, que representaba para él una pequeña fortuna. Un amigo le aconsejó que la usara para sí mismo, pues el dueño no podría ser hallado.

Para Pedro era difícil establecer en que la gastaría, ya que tenía todo tipo de necesidades. Pero cambiando de pensar, decidió que lo mejor que podía hacer era pedir una Misa por las Almas del Purgatorio, en especial por las almas de sus queridos padres. A costa de un gran sacrificio, transformó su pensamiento en hechos y las Misas fueron ofrecidas.

Las almas del Purgatorio devolvieron su sacrificio generosamente. A partir de ese día notó un gran cambio en su destino.

Su hermano mayor lo llamó a la casa donde él vivía, y horrorizado por el maltrato que padecía, lo llevó a vivir consigo. Lo trató como a su propio hijo, y lo educó y cuidó con el más puro afecto. Bendición sobre bendición, los más maravillosos talentos de Pedro salieron a la luz, y fue rápidamente promovido al sacerdocio; algún tiempo después fue elevado a la dignidad de Obispo, y finalmente, a Cardenal. Además, muchos milagros atestiguan su santidad, tanto, que luego de su muerte fue canonizado y declarado Doctor de la Iglesia.

Estas maravillosas gracias vinieron a él después de una Misa ofrecida por las Santas Almas.

Una aventura en los apeninos

Un grupo de sacerdotes fueron convocados a Roma para tratar un asunto de gravedad. Eran portadores de importantes documentos, y una gran suma de dinero les fue confiada para el santo Padre. Atentos al hecho de que los Apeninos, los cuales habían de cruzar, estaban infestados de forajidos, eligieron un guía de confianza. No había por aquel entonces túneles ni trenes para cruzar las montañas.

Se encomendaron a la protección de las Animas Benditas del Purgatorio, y decidieron recitar el De Profundis cada hora por ellas.

Cuando llegaron al corazón de las montañas, el que iba adelante de todos dio la voz de alarma a la vez que espoleaba a los caballos a todo galope. Mirando alrededor, los sacerdotes vieron a ambos lados del sendero fieras bandas de forajidos fuertemente armados y apuntándoles. Se encontraban en una emboscada a merced de los delincuentes.

Después de una hora de temerario avance, el guía paró y mirando a los sacerdotes, dijo:” No puedo entender cómo escaparon. Esta gente nunca perdona a nadie”.

Los padres estaban convencidos que debían su seguridad a las Santas Almas, como luego se confirmaría con un hecho que disiparía toda duda.

Cuando concluyeron su misión en Roma, uno de ellos fue destinado a la Ciudad Eterna, como capellán de una prisión. No mucho después, uno de los más feroces bandidos en Italia fue capturado, y condenado a muerte por una larga serie de asesinatos y esperaba la ejecución en su celda.

Ansioso de ganar su confianza, el capellán le contó sus aventuras, entre ellas las de los Apeninos. El criminal manifestó gran interés en la historia. Cuando terminó el curita su relato, el asesino exclamó: “¡YO FUI el líder de esa banda! Estábamos seguros de que ustedes portaban dinero y habíamos decidido matarlos y saquearlos. Pero una fuerza invisible nos impidió disparar, queríamos hacerlo, pero no podíamos”.

El capellán luego le contó al delincuente cómo se habían encomendado a la protección de las Almas del Purgatorio, y que ellos atribuían su liberación a su protección.

El bandido no tuvo dificultad en creer. De hecho, hizo su conversión mucho más fácil. Murió con arrepentimiento.

Cómo Pio IX se curó de su mala memoria

El venerable pontífice Pío IX designó a un santo y prudente religioso llamado Tomaso como Obispo de la Diócesis. El sacerdote, alarmado por la responsabilidad puesta sobre él, comenzó encarecidamente a excusarse.

Sus protestas fueron en vano. El Santo Padre sabía de sus méritos.

Agobiado por la aprehensión, el humilde religioso solicitó una audiencia con el Santo Padre y le confesó que tenía mala memoria, lo que resultaba ser un grave impedimento en el alto oficio encomendado a él.

Pío IX respondió con una sonrisa “Su diócesis es muy pequeña en comparación con la Iglesia Universal, la cual llevo sobre mis hombros. Tus cuidados son livianos en comparación con los míos.” Y agregó: “Yo también sufría un grave defecto de la memoria, pero prometí decir una ferviente oración diaria por las Ánimas Benditas, las cuales, en retribución, han obtenido para mí una excelente memoria. Usted debería hacer lo mismo, estimado Padre, y tendrá en qué regocijarse”.

Cuanto más damos, más recibimos

Un hombre de negocios en Boston se unió a la Asociación de las Santas Almas y dio una alta suma de dinero anual para Misas y oraciones en favor de éstas.

El Director de la Asociación se sorprendió de la generosidad del caballero, pues sabía que no era un hombre rico. El le preguntó amablemente un día si las limosnas que él generosamente daba eran completamente suyas o eran colectas que el realizaba de otros.

El hombre respondió: “Todo lo que doy es mi propia ofrenda. No se alarme.

No soy rico y usted piensa que doy más de lo que tengo. No es así, lejos de perder con mi caridad, las Animas Benditas se me ayudan a ganar considerablemente más de lo que doy; a ellas no les gana nadie en generosidad”.

El imprentero de Colonia:

William Freyssen, da su testimonio de cómo su hijo y esposa recobraron la salud gracias a las Almas del Purgatorio. Un día le encargaron imprimir un librito sobre el Purgatorio. Cuando realizaba las tareas de corrección del texto, su atención fue captada por los hechos narrados en el libro. Por primera vez se enteró de las maravillas que las Santas Almas pueden obrar por sus amigos.

Por aquel tiempo su hijo cayó gravemente enfermo, y pronto su estado se volvió desesperante. Recordando lo que había leído acerca del poder de las Santas Almas, Freyssen hizo la promesa solemne de imprimir mil libritos a su propia expensa, con su firma impresa. Fue a la iglesia y, una vez dentro, hizo un voto solemne. En ese momento una sensación de paz y confianza inundaron su alma. A su retorno a casa, su hijo, que no podía tragar ni una gota de agua, pidió algo de comer. Al día siguiente estaba fuera de peligro y pronto, completamente curado.

Al mismo tiempo, Freyssen ordenó imprimir los libros del Purgatorio para ser distribuidos, sabiendo que la mejor forma de obtener ayuda para las almas sufrientes, era interesando a mucha gente sobre el tema. Nadie que sepa del sufrimiento de estas pobres almas, niega una oración a ellas.

El tiempo pasó, y una nueva tristeza se cernía sobre este imprentero. Esta vez su amada esposa cayó enferma y a pesar de todos los cuidados iba cada vez peor. Perdió el uso de razón y quedó casi completamente paralizada, de modo que los doctores no le daban muchas esperanzas.

El marido, recordando todo lo que las Almas del Purgatorio habían hecho por su pequeño hijo, corrió otra vez a la Iglesia y prometió solemnemente, como otrora, imprimir 200 de los libros del Purgatorio, en principio, como urgente socorro de las Animas benditas. Imposible de relatar. La aberración mental de su esposa cesó, y comenzó a mover su lengua y extremidades. En un corto período estaba perfectamente sana.

La cura del cáncer

Joana de Menezes nos contará de su cura. Ella estaba sufriendo de un cáncer en la pierna y sumergida en un profundo dolor.

Recordando lo que había oído sobre el poder de las Almas del Purgatorio, resolvió poner toda su confianza en ellas y ofrecer nueve Misas por ellas.

Prometió publicar en el diario su curación, si esta se llevaba a cabo.

Gradualmente el tumor y el cáncer desaparecieron.

Escape de un asalto

El Padre Luis Manaci, un celoso misionero, tenía gran devoción a las Almas del Purgatorio. Se encontró una vez realizando un viaje peligroso, pero con mucha confianza pidió a las Animas Benditas que lo protegieran de los peligros que se iría encontrando. Su camino bordeaba una zona desértica, que se sabía infestada de peligrosas gavillas.

Cuando se encontraba rezando el Santo Rosario por las Almas, cuál no fue su sorpresa, ale verse rodeado de una custodia de espíritus benditos. Pronto descubrió la razón.

Había pasado por una emboscada, pero las Santas Almas lo rodearon y lo taparon, tornándolo invisible para los miserables que buscaban su vida. Lo acompañaron hasta que estuvo seguro y fuera de peligro.

Volver a la vida

El Prior de Cirfontaines nos cuenta su historia: “Un joven de mi parroquia cayó enfermo de fiebre tifoidea. Sus padres vencidos por la pena, me pidieron que lo encomendara a las oraciones de los miembros de la Asociación de Santas Almas.

Era un sábado. El chico estaba a las puertas de la muerte. Los doctores probaron todos los recursos, todos los remedios. Fue en vano. No podían hallar nada para mejorarlo. Yo era el único que tenía esperanzas. Sabía del poder de las Santas Almas pues había visto lo que podían hacer.

El domingo rogué a los Asociados de las Santas Almas para que rogaran fervientemente por nuestro amigo enfermo. El lunes el peligro había pasado. El muchacho estaba curado”.



¡LÉELO Y DESPIERTA!

“En mi larga vida”, escribe un sacerdote, “ví muchas manifestaciones de generosidad de los católicos por los pobres y necesitados, de acuerdo con lo que Nuestro Señor nos mandó hacer.

“También noté que algunos católicos son, por supuesto, muy generosos y buenos. Algunos se preocupan por los pobres, otros por los enfermos.

Leprosos, pacientes de cáncer, deficientes mentales, todos tienen amigos. Algunos prefieren ayudar a los jóvenes, los corazones de otros prefieren a los ancianos.

Lo más extraño de todas las cosas, es que nunca encontré ni un hombre, ni una mujer que se haya dedicado por completo, de todo corazón, a la más grande de las caridades, por los más necesitados, esto es, por las santas Almas del Purgatorio. Debe haber algunos que lo hacen, pero en mi larga y variada experiencia, no encontré ninguno”.

¡Y las palabras de este sacerdote son pura verdad!

Apelamos a aquellos que todavía no se han dedicado a sí mismos a alguna forma particular de caridad, para que se dediquen con todas sus energías a las Animas Benditas. Hagan todo lo que puedan personalmente, e induzcan a otros a hacer lo mismo.

La mejor manera es practicar los consejos incluidos en este librito, esparcir cientos de copias, y hacer cientos de Almas amigas en el Purgatorio y luego en el Cielo.

Pues… quién puede leerlo y rehusarse a ayudarlas?

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Léeme o laméntalo audiolibro completo:

LÉEME O LAMÉNTALO | Libro sobre el Purgatorio

Link en Youtube: https://youtu.be/2IJvZaqeZHg